Un día quiero tener un bar. Pero no un bar cualquiera: yo quiero una coctelería de verdad. Sentarme en un extremo de la barra, en una esquina y ver quién entra, quién sale, qué piden. Quiero ver cuando dudan y no saben, cuando se ruborizan ante demasiadas opciones porque es su momento de la semana o “por supuesto, quiero un Gimlet”. Quiero todo esto con un vaso de Whisky al lado, y amigos al lado, amantes, desconocidos, exaltaciones, malentendidos, buenas ideas y también malas, pésimas ideas, de las que mejor no acordarse… y alguna que otra victoria. Eso sí, siempre un trago acompañando. Un Dry Martini más bien seco o incluso una Cerveza bien tirada para empezar. Un lugar refinado pero sin miramientos. Vivo. ¿Y quién sirve las copas? Vaya... los que sirven las copas son maestros. Nunca lo dicen, pero lo son. Un altar para los barmans. Eso es, será un altar para todos los que pasen por detrás de esa barra. ¡Qué gran escenario! Y hace falta un gran público. El que se duerme en la platea no puede con su cuarto daiquiri y su amigo, que va a otra velocidad, intenta juntar el valor suficiente para pedir el último cocktail de la carta después de haberse ventilado media botella de Cognac. Y el viajero despistado, ¡el guiri eufórico! El factor sorpresa de la noche. Rondas de clásicos sin fin. Quince variantes posibles de un Old Fashioned. ¡Fantástico! Veo al que pide antes de ser preguntado y me río con conversaciones ajenas y discuto por si mi sitio está ocupado. Me desespero a veces de lo desesperada que está la gente. Así es el bar del mundo. Y un lunes de noviembre Jazz o Blues de fondo y solo cuatro gatos disfrutando de los rincones mal iluminados. Y de golpe una noche se improvisa una fiesta de las que hacen historia y ya vienen a última hora los habituales y los que abrazas día tras día. El nervio de la coctelería, ¡su Parroquia! Así será, pequeño, íntimo, elegante y con Rock n’ Roll. Y tal vez un día entra otro como yo, que se sienta a un extremo de la barra, pide un whisky y fantasea que es un detective privado y que cuando se haga mayor quiere tener un bar.

Marc Pinotti